Ayer apareció una entrevista al arquitecto Alejandro Gutiérrez, en El Mercurio.
Sin duda, un profesional digno de conocer más, y cuyas opiniones me motivan a compartir con Uds. ese artículo (vean comentario 1). Destaco desde ya lo que dice de las torres en Sanhattan, y sobre la planta La Farfana
SLDS A TODOS!
Sunday, January 11, 2009
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
1 comment:
El arquitecto del futuro
Sábado 10 de enero de 2009
Es uno de los arquitectos chilenos más exitosos en el extranjero.
POR GAZI JALIL F., El Mercurio
Pide un café descafeinado y se lo toma de un sorbo. Hace unos días estuvo en Shanghai. Hoy está en Santiago. Mañana parte a Londres. Una semana después estará en Roma. Dice que está cansado y pide un vaso de agua de la llave. Que los viajes lo tienen muerto, y acomoda su notebook en el piso. Que le gustaría parar, y exhala un suspiro.
A Alejandro Gutiérrez, chileno, arquitecto, 38 años, casado, dos hijos, le piden que haga ciudades y que viaje por el mundo hablando de ellas. Prende su notebook y en la pantalla se despliega un set de imágenes virtuales de Dongtan, una ciudad que aún no aparece en los mapas y que hace un par de años ni siquiera estaba en su cabeza. Dongtan, China, al norte de Shanghai.
Gutiérrez habla lento. Y habla despacio. Hace un rato hablaba de su vida, de su mujer italiana que conoció en Estambul, enamoró en París, con quien se casó en Adria, Italia, y con quien hoy vive en Londres.
Pero ahora habla de su trabajo en Arup, una de las firmas de diseño e ingeniería más importantes y antiguas del planeta, que factura 1,5 mil millones de dólares al año, con 90 oficinas en 37 países y 10 mil empleados. Ahí, tras dejar su cargo en el Departamento de Urbanismo de la Escuela de Arquitectura en la U. Católica, comenzó trabajando en uno de los proyectos más grandes de Europa, Stratford City, la parte urbana de la Villa Olímpica de Londres que albergará los Juegos de 2012. Un proyecto de 1,5 millones de metros cuadrados construidos. "En Chile no hay ninguno tan grande", dice.
Más tarde hablará de cómo lo pusieron a cargo de un equipo de 100 personas de distintas nacionalidades y especialidades para proyectar Dongtan, la ciudad del futuro. La ecociudad. La primera gran urbe sustentable del planeta. La última maravilla del mundo, donde el próximo año vivirán 50 mil personas, población similar a la de Coihaique, y en 2040 habrá 500 mil habitantes, lo mismo que en Valparaíso y Viña juntos.
Las fotos de Dongtan que salen de su notebook parecen sacadas de una película de ciencia ficción. En 8.400 hectáreas se extiende una ciudad que se moverá con energía renovable -biomasa, eólica, solar-, cubierta de edificios de no más de 8 pisos, autos eléctricos, con reciclaje del 80 por ciento de la basura, donde la gente andará a pie o en bicicleta porque nada queda tan lejos. Una ciudad silenciosa, respirable, cero emisión, post Kyoto.
–¿Es la ciudad perfecta?
–No –dice–. Nunca va a haber una ciudad perfecta y me parece fantástico que no la haya. Una de las cosas más potentes de las ciudades es la imperfección. Por más que uno planifique las ciudades, hay variables que no se pueden manejar ni predecir. Por eso es importante darle una estructura que permita cambios.
–¿Por qué lo pusieron a usted a la cabeza de Dongtan?
–Jamás pensé que iba a estar en medio de la acción. Fue un regalo de la vida. El cliente quería saber qué impacto tendría la construcción de una ciudad convencional en el hábitat aviar de la zona, pero en el contexto fuimos construyendo una solución mucho más potente de lo que cualquiera hubiera imaginado. Teníamos claridad de que había que hacer una ciudad sustentable. Después de seis viajes a la zona, 25 a Shangai y 14 meses de trabajo, el proyecto estuvo listo y aprobado por el gobierno chino.
–¿Este es el primer proyecto de esta naturaleza en el mundo?
–Hay otros proyectos más chicos, que consideran dos o tres variables. Pero éste es el primero de gran escala que abarca desde viviendas sociales, hasta la energía, el alcantarillado, la producción agrícola, la administración del tráfico, el transporte, las estrategias de estacionamiento. Todo.
Afuera de este café de Isidora Goyenechea caen los patos asados y en Londres, piensa él, el frío debe estar calando los huesos. Hijo de un economista y una profesora de inglés, Gutiérrez nació en octubre de 1970, dos días después del asesinato de Schneider. El dato lo menciona él. Lo dice porque nació cuando el país cambiaba para siempre. Tres años después, luego del golpe militar, su familia decidió autoexiliarse en Oxford. "Fue una fortuna habernos ido allá", dice ahora.
El resto de la película incluye el regreso a Chile, dos breves estadías en Ecuador, un padre que viajaba continuamente como funcionario de la ONU, una adolescencia dentro de una comunidad Castillo Velasco de La Reina, el colegio Notredame y Arquitectura en la UC, una carrera a la que entró con serias dudas hasta que descubrió el urbanismo.
Hoy, Gutiérrez forma parte de una corriente que ha cambiado la forma de ver la arquitectura en Chile, junto a profesionales como Alejandro Aravena, Pablo Allard, Andrés Iacobelli y el grupo Plataforma Urbana, para quienes el tema no es la estética de los edificios, sino su impacto ambiental y social, y cómo mejorar la calidad de vida de las ciudades.
Tras Dongtan, Gutiérrez hoy está asesorando otros megaproyectos: la remodelación del puerto de Copenhague, una nueva ciudad sustentable en Dubai de 120 kilómetros cuadrados para 1,5 millones de habitantes, y el diseño de lo que tiene que hacer Paris en los próximos 20 años para responder a los acuerdos post Kyoto.
Pero también sus ojos están en Chile. Su nombre forma parte del grupo de 30 profesionales coordinados por Pablo Allard, que están detrás de la reconstrucción de Chaitén, el pueblo que fue arrasado hace ocho meses por el volcán.
– Ya empezamos a trabajar en el proyecto y estamos a mitad de camino. El informe lo entregaremos a finales de enero y la presentación durante febrero o principios de marzo.
–¿Se va a relocalizar Chaitén?
– No necesariamente. Aún estamos evaluando la mejor opción. Una de ellas es mantener una parte de Chaitén que no se damnificó. Pero las otras alternativas son todas separadas del pueblo e implican ventajas que hoy no existen allí. Por ejemplo, hay que ver dónde están las mejores condiciones de abrigo y profundidad para un puerto que funcione mejor que el actual. Otro punto importante es el aeródromo, que hoy está destruido. La proximidad del pueblo a estos dos puntos está incorporada en el proyecto. Son dos variables relevantes para el éxito de un Chaitén futuro.
–Muchos habitantes han dicho que no desean ser relocalizados.
–Varias ciudades están al lado de un volcán, como Pucón; pero ninguna ha sido destruida. Si hay que invertir la plata para hacer de nuevo el pueblo, hay que pensarlo bien antes de tomar una decisión, particularmente cuando la seguridad de la población está en juego. Lo más importante es entender esto como una oportunidad para mejorar Chaitén, independiente de su localización. No como infraestructura física ni como diseño urbano, porque eso es lo menos importante. Se trata de mejorar el pueblo para que sea una economía más robusta, más independiente, que tenga capacidad de sobrevivir por sí misma, y que permita una calidad de vida mejor.
–¿Dongtan es replicable en Chaitén?
–No se puede replicar el producto final, pero estamos pensando en cómo usar los recursos energéticos renovables que existen, como la geotermia, porque hay un volcán y mucha actividad en el subsuelo. Hay cinco puntos de interés geotérmico en Palena que pueden servir para producir no sólo energía eléctrica, sino que calor para viviendas y usos industriales, lo que a su vez puede generar empleo, riqueza y desarrollo sobre la base de un recurso que no contamina. Eso se puede replicar.
El arquitecto estuvo en octubre en Chaitén. Dice que fue una impresión fuerte, que vio un pueblo fantasma. "Casi un tercio de la ciudad está intacto, pero no hay nadie. El resto está cubierto con cenizas y lava, y la inundación arrasó unas 10 manzanas, y ahora hay un río donde había casas. Es desolador".
Gutiérrez vive cerca del centro de Londres e intenta que su vida sea igual de sustentable que sus ciudades. Se traslada en bicicleta a su oficina y en su casa todo funciona en base a energía eólica, pero dice que tiene una gran deuda: sus continuos viajes en avión. "Lo que hacemos como empresa es comprar bonos de carbono, que no es lo ideal, pero es mejor que no hacer nada. Es preferible no viajar, pero por razones de trabajo es imposible".
A Santiago ha venido a participar en un seminario de Ciudad Parque Bicentenario, el proyecto estrella del Ministerio de Vivienda en Cerrillos, el que Gutiérrez observa con interés. Le gusta porque, dice, su mayor ventaja está en uno de los aspectos más deficitarios de la capital: la mezcla de grupos socioeconómicos y culturales en un mismo espacio. "Eso es algo muy normal y deseado en muchas partes del mundo, porque genera una percepción de seguridad".
–¿Ha visto las megatorres que se construyen en Sanhattan?
–Ahí las oportunidades perdidas son monumentales. Si hubieran tenido un concepto de administración, una estrategia del tráfico distinta, más vanguardista, más asociada con lo que son los centros financieros de hoy, en los que los estacionamientos privados casi no existen… Si en vez de eso hubieran tenido en los subterráneos producción de energía, con biomasa del mismo edificio, o turbinas de viento por la altura que alcanzan... O sea, un proyecto como el de Costanera Center tenía que haberse pensado para los 100 años que vienen, no en los 100 años de atrás. Es un diseño atractivo, pero irrelevante. No hubo una visión de futuro ni de resolver los problemas que le van a tocar a esa torre en el próximo medio siglo. Las políticas públicas tampoco son mejores. Exigen poner estacionamientos, y el problema es que van a llegar muchos autos. Es como dispararse en el pie.
–¿Hay algún proyecto en Chile que usted destacaría?
–Hay uno realmente notable, que es La Farfana, la planta de tratamiento de aguas servidas. En vez de quemar todo el metano que viene del proceso, lo utilizan para producir gas de ciudad. Y ahora hay en Maipú 30 mil viviendas que funcionan con biogás de aguas servidas. Eso lleva tres años funcionando y tiene créditos en el Protocolo de Kyoto. Es maravilloso. Y que nadie lo sepa, que nadie esté orgulloso, que nadie lo publique, es absurdo.
Post a Comment